21 de abril de 2008

El grito de un pueblo


Todo está allí. El reclamo de un pueblo, el sufrimiento de los que quedaron. La incógnita de lo que les sucedió a los suyos, de los que luchaban por una causa y los hicieron callar para siempre. ¿Dónde están? ¿Volverán?.

Treinta mil vidas secuestró, torturó e hizo desaparecer los señores que se creían dueños de la Argentina entre 1976 y 1983. Treinta mil jóvenes almas con toda una vida por delante.

Los militares argentinos de aquella época, protagonistas de uno de los capítulos más negros en la historía del país, creyeron que silenciando y haciendo desaparecer a los que pensaban distinto a ellos, lograrían conformar el modelo de república que pretendían; de un pensamiento unilateral, sin oposición y sin confrontaciones. Estaban inspirados en la absolutista ‘doctrina de la seguridad nacional’.

No lo lograron. Si pudieron hacer callar a las personas que más le molestaban, pero quedaron los familias de los desaparecidos y también quedó todo un pueblo que no olvida su pasado.

Abuelas, madres, esposas e hijas hacen su reclamo en Plaza de Mayo. No hace falta agregarle un epígrafe a la foto, la imágen habla por si sola. El pañuelo que llevan se convirtió en todo un símbolo de lucha, ya no es tan sólo un pañuelo blanco.

La democracia volvió en 1983 con el triunfo del radical Raúl Alfonsín, durante su gobierno comenzó el juicio a la juntas. Se logró poner atrás de reja a varios dictadores, miembros de las tres primeras Juntas Militares del llamado Proceso de Reorganización Nacional.

Se había logrado algo histórico, condenar a los culpables de la desaparición forzada de treinta mil personas. Pero de la mano del ex presidente Carlos Memem, este logro fue en vano. Estos militares otra vez iban a poder caminar libres por las calles de la Argentina.

Otro gobierno llegó al poder y otras decisiones se tomaron. La defensa de los Derechos Humanos y los crímenes de la dictadura ocuparon un espacio fundamental en la agenda del ex presidente Nestor Kirchner. Se declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. De esta manera, algunos dictadores volvieron a los pabellones de las cárceles o arrestos domiciliarios que nunca debieron dejar.

Que queden allí. Que los próximos gobiernos mantengan la misma postura o luchen aún más por los Derechos Humanos que tuvo Kirchner. Que la desaparición de treinta mil personas no quede en el olvido jamás.

Texto Katherine Gallo
Fotografía de Adriana Lestido-Marcha por la Vida 1982

1 comentario:

acervantes dijo...

Veo que gustas de la fotografía. ¿Por qué no vienes con tu cámara a Ecuador y captas los hermosos paisajes de este país?